Sunday, February 25, 2007

El mundo conocido

"The Known World"("El Mundo Conocido", de Edward P. Jones, ed. Tropismos) es una de esas novelas que son capaces de retorcerte el corazón y hacer que la impotencia y la resignación sean tus sentimientos predominantes durante la mayor parte de su lectura. También es una de esas novelas en la que los momentos de crueldad e inhumanidad superan con creces a las efímeras muestras de bondad y amor. Efímeras, pero están ahí, mostrándonos las dos caras del rostro humano. El bien deambula tímidamente tratando de ocultarse por vivir en un medio tan hostil, alrededor de los hombres y mujeres que lo habitan. El bien es perseguido, mientras el mal se alimenta de acciones que le son agradables, pero nunca se sacia.

Esta es la novela de la Esclavitud (pocos años antes de la Guerra Civil), aquella institución que tanto costó erradicar, vista desde una amplia gama de puntos de vista y de personajes, pero que evita (al menos explícitamente) manifestarse en favor de uno u otro, manteniendo al narrador como simple observador objetivo de los hechos. Desfilan una gran multitud de personajes, tratados desde un enfoque bidimensional, como el hombre más rico del condado, el gran hacendado o el capataz de la plantación, Moses, un hombre solitario al que le gusta irse al bosque por las noches a encontrarse consigo mismo, que unas veces destila odio, pero otras compasión y pena. Y por supuesto, el personaje sobre el que principalmente gira la novela, Henry Townsend, un hombre negro que habiendo conseguido la libertad pasó a poseer como propiedad a personas de su misma raza. No, ellos no estaban exentos de la maldad, eran seres humanos como los blancos. Querría rescatar la escena en la que Henry les dice a sus padres (que fueron los que le liberaron) que ha comprado esclavos:

Su padre: "No vuelvas a Egipto cuando Dios ya te haya sacado de allí"
Él contesta: "Nadie me dijo nunca que eso no estuviera bien [...]. No he hecho nada que un hombre blanco no pueda hacer. No he vulnerado la ley"

La novela sirve de diagnóstico de una sociedad, la del Sur esclavista, en plena decadencia moral, que si no se desmoronaba por algo externo a ella, agonizaría lentamente caminando hacia un fin inexorable y necesario, como el soldado herido de muerte que camina hacia ningún lugar, siendo incapaz de aceptar la muerte.
Parafraseando a Lincoln en su discurso de la Casa Dividida, una sociedad en la que coexisten los hombres libres y los esclavos no puede perdurar. Una sociedad en la que una parte de los seres humanos (caracterizada por su color oscuro) es tratada como propiedad no puede perdurar. Al final explotará, parece inevitable.

En la última parte de la novela, entramos en estado de shock por todos los sucesos dramáticos que acontecen: asesinatos a sangre fría sin sentido, secuestros de un hombre libre...

Pero, tras tanta crueldad, el final nos deja ver un leve destello de luz, la luz del amor al prójimo entre esclavos. Dejando de lado el rencor que podrían sentir, una familia de esclavos da de comer y se preocupan por otro esclavo, Moses, al que le cortaron el tendón de Aquiles y yace en la cama de su cabaña, en la más triste oscuridad y soledad. La madre de la familia nunca se acuesta sin pensar en voz alta: "Me pregunto si Moses habrá comido ya".

El autor, tan inteligentemente, nos ofrece esperanza en un medio y época tan hostil, al estilo de como lo hizo Steinbeck en el final de "Las Uvas de la Ira".
La esperanza de que el bien venza al mal, y el amor se interponga a todo sentimiento de odio. Pero para eso tendremos que esperar.


PD: No quiero despedirme sin citar estas breves líneas en la primera
página de la novela:

"Era el único hombre de la zona, esclavo o libre, que comía tierra, [...] lo hacía no sólo para descubrir los puntos fuertes y débiles del campo, sino porque el hecho de comerla le vinculaba con lo único de su pequeño mundo que significaba tanto como su propia vida"

Friday, February 23, 2007

La más dulce mentira

Es la luz de la luna lo que nos abre los ojos y nos hace volver al mundo real en el que seguimos viviendo inexorablemente. Es la luz de la luna que, como el sonido del despertador cada mañana nos arrebata de los sueños de la noche y nos recuerda que debemos continuar la lucha cotidiana, nos hace conscientes del mundo imaginario e ideal en el que estábamos durante un instante, que se hizo breve y a la vez será eterno, porque ese instante será recordado, quizás no conscientemente, pero sí permanecerá, como un recuerdo que lanzamos al mar y se sumergió en él, pero que tarde o temprano resurgirá y flotará, empujado por una fuerza incognoscible e inexplicable.
La luz de la luna es el elemento real, mientras que la literatura es el elemento imaginario. Es la literatura un refugio, un mundo paralelo en el que nos movemos y del que a veces nos gustaría no salir nunca, preferiríamos no ver esa luz de la luna, para seguir en la mentira de la imaginación. La más dulce mentira, la única que merece ser vivida plenamente.

Pero al mismo tiempo que disfrutamos como niños de esta mentira, surge la eterna pregunta, melancólica, como todas las preguntas que son eternas; que escribió JMCoetzee en el final de 'Infancia' (cuyo protagonista es un niño que se afana en leer): "¿Cómo los guardará todos en su cabeza, todos los libros, toda la gente, todas las historias? Y si él no los recuerda, ¿quién lo hará?"

Espero que lo recordemos.

Wednesday, February 07, 2007

El silencio

A veces el silencio (que no es lo mismo que la ausencia de palabras, ésta es un simple vacío en la conversación; pero el silencio es mucho más que eso, llegando a ser algo en sí mismo, un concepto positivo, y no negativo como es la ausencia de palabras).

Repito; a veces el silencio es la más poderosa forma de hablar, la más audaz y expresiva de decir algo. Es a veces lo más cómodo, pero también lo más difícil. ¿Quién puede permitirse en determinadas ocasiones mantenerse callado ante la injuria de otro?

Es aquí cuando el silencio alcanza la cumbre de la heroicidad, ésa que el griego Sísifo trataba de ascender sin poder nunca conseguirlo. Cuando el silencio es tan sólo el producto exterior de una lucha interior que ha tenido lugar entre el impulso inconsciente (y por tanto irracional) de espetarle lo primero que pasa por nuestra cabeza, y la razón, que no quiere que cambien las cosas, y prefiere no estropearlas.
Y el silencio surge cuando ese impulso es derrotado por ese segundo elemento racional.


A propósito del silencio, y a pesar de que no parezca tener mucho que ver, citaré un bellísimo fragmento, de don Miguel de Unamuno:

"Los periódicos nada dicen de la vida SILENCIOSA de los millones de hombres sin historia que a todas horas [...] se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y SILENCIOSA labor cotidiana y eterna, esa labor que [...] echa las bases sobre la que se alzan los islotes de la historia [...]. Sobre la inmensa humanidad SILENCIOSA se levantan los que METEN BULLA en la historia [...]. Esa vida intrahistórica, SILENCIOSA y continua [...] es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna"

Es de un interés nada desdeñable cómo el autor utiliza el tema del silencio para relacionarlo con lo humilde, lo que está debajo del océano, apenas perceptible. Son los que están arriba, los que parece que tienen el control de la historia, los que hacen ruido, desdeñan el silencio y lo desprecian.

¿Es el silencio un signo de humildad, o simplemente, es una forma de cargar todo lo que llevamos a nuestras espaldas sin ninguna ayuda?